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La belleza de la cima y el encanto del valle.

El Puerto de Navacerrada nos acogió con gran vibración No era un día cualquiera era un sábado y sabíamos de sobra que estaría lleno de turismo de ruta sencilla y locos de la Montaña. Nosotros solo estábamos de paso disfrutando de un desayuno en compañía y luego ya nos iríamos al lugar donde iniciaríamos nuestra caminata.
Pasadas las Siete Revueltas un puente con historia y una preciosa fuente, la cual suele estar repleta de agua, eran el lugar elegido para iniciar nuestro camino. El Puente de la Cantina famoso en la zona nos sirvió como punto de partida.
Iniciamos nuestro camino por un amplio sendero que arrancaba por la izquierda de la fuente. La tradición de Abantos de realizar una foto de inicio de ruta se llevo a cabo rápidamente.
 El sol y las nubes parecían no llevarse muy bien aquella mañana pero nos encanto que en los primeros momentos de no disfrutar de la fuerza del sol nos alegro.

Caminamos largo trecho por una pista , todos sabíamos que serian muchas horas de continuo ascenso pero también sabíamos que los paisajes serian cada vez más hermosos. Las vistas eran preciosas y las nubes seguían aliándose para nosotros.
El cansancio aun no se había adueñado de nosotros pero realzábamos paradas para reagruparnos, descansar y sacar fotografías de los hermosos paisajes.
Parada para realizar la foto con la bandera y disfrutar de los paisajes.


Llegamos hasta el Refugio del Gancho un lugar de preciosas vistas y en el cual nos sacamos unas cuantas fotos mientras descansamos para tomarnos un nuevo respiro. Aquel refugio era pequeño pero muy acogedor, senderistas o montañeros que lo habían visitado antes le habían dejado suministros leña...
Continuamos nuestro camino, el cielo estaba cabreado y todos observamos como una cortina de agua viajaba con rumbo fijo hacia nosotros, Nos colocamos los ponchos y sentimos el agua sobre nuestras cabezas.
Peñalara a lo lejos y Segovia un poco más en la distancia eran nuestros paisajes más hermosos. Llegamos a Peña Citores (2181m) el lugar más alto del día. a partir de hay todo era ya bajar. Paramos unos segundos unas fotos y continuamos la marcha bajo la lluvia del momento.
El camino de descenso apareció de inmediato. Restos de la Guerra Civil fueron surgiendo mientras caminamos velozmente. Trincheras, fortificaciones del Batallón Alpino daban color al descenso. El sol apareció para recordarnos que seguía dominando el cielo.

Cogimos la senda que nos llevaría hasta el Puerto de Cotos, esa senda que los militares del Batallón Alpino usaron para transportar víveres y armas. Las vistas habían cambiado y eran igual de bonitas que las de horas anteriores.
Parada para comer y retomar fuerzas, el camino había sido duro y largo.
Cotos nos recibió alegremente, eran numerosos las personas que había en el lugar. Nosotros seguimos nuestro camino sin mirar atrás.
Descendimos entre pinos y arroyos por el antigua camino viejo del Paular. Los paisajes habían cambiado en nuestras paradas realizamos muchas fotos del lugar.`
Veíamos ya el puente ya estábamos muy cerca del coche. La ruta había sido dura pero preciosa en todos sus tramos.
Subimos hasta el Puerto de Navacerrada donde disfrutamos el grupo por a ver realizado otra ruta.

Ahora podíamos decir aquello de:

La Virgen de las Nieves

El destino me llevo a leer un articulo sobre José María García Moro un magnifico escultor que nació en Madrid en 1933. Pero porque me interesaba aquel hombre que paso la vida entre Segovia y su residencia de Lastras del Pozo (Segovia).

A la mañana siguiente un jueves, me dirigí al Puerto de Navacerrda lugar muy concurrido por senderistas y esquiadores en época invernal. Pero ahora en verano y un día de semana el numero de visitantes es ridículo. Me senté en la terraza del Restaurante Venta Arias a tomar un café y repasar mis notas de campo.


 Inicie el camino que todo senderista conoce para llegar a Siete Picos, pero mis notas me decían que no tendría que ir tan lejos mi objetivo estaba más cerca. Camine unos 2 Km y llegue al Alto del Telégrafo, el lindero entre Segovia con Madrid. Un montículo de piedras aguantaban una imagen de una Virgen. La llamada Virgen de las Nieves. Me centre en ella, la fotografié, analice el entorno y me senté en una piedra frente a ella y releí mis apuntes históricos de aquella escultura del Maestro José María García Moro.

NOTA1: La idea inicial partió de un grupo de alumnos del colegio Claret de Segovia.

 “¡Y esta alegría de andar
sin control y sin destino…!
del sendero que nos lleva
quitándole peso al alma…”.
Mariano Grau:

 La Virgen esta colocada cerca de Siete Picos donde dicen que estuvo una torre del telégrafo óptico.
Durante una caminata, alumnos del colegio Claret de Segovia sugirieron colocar una figura en aquel lugar pero la idea se esfumo.

NOTA2: El  director claretiano.

Una escultura “…de bronce y una altura de
 metro y medio… va sobre un pedestal de
 granito… grabados versos del P. Macario Díez C
. M. F. con un altar de cemento”

Francisco Rodríguez, Se traslada a Madrid y decide retomar la antigua idea de colocar una virgen en Alto del Telégrafo.

La Asociación de Antiguos Alumnos Claretianos de Segovia y Madrid se pone en acción y el escultor García Moro manos a la obra.

NOTA3: El telégrafo óptico de Hoyo Redondillo (Alto del Telégrafo).

La Crónica General de España, 1867, haciéndose eco del Diccionario Geográfico y Estadístico de Madoz nos habla de las inmensas sierras inaccesibles y numerosas de la provincia de Segovia y comenta como uno de los límites “[…] el punto del telégrafo junto al puerto de Navacerrada, donde llaman los Siete Picos […]”.

No se sabe porque se eligió aquel lugar pero en aquel sitio, hubo una torre de comunicación y, durante un tiempo, con refugio montañero: ‘Siete Picos’ del Club Alpino Español.


En conclusión la Virgen de las Nieves se coloco hay por que era un lugar que tenía su propia historia y hoy en día un gran numero de senderistas que ascienden a los Siete Picos rezan ante ella para que la caminata nadie sufra ningún percance.




Escrito por:

La Panera

El cielo despejado anunciaba un nuevo día de temperaturas altas. Nosotros teníamos planeado irnos a un pequeño paraíso alejados del infierno caluroso de Madrid. En esta ocasión La Estación del Espinar fue el lugar elegido para realizar un nuevo paseo senderista un sábado más.
Eran las 9:30 de la mañana y parecía que en aquel lugar la vida aun no había comenzado. Los dos bares que teníamos como referencia para desayunar no se encontraban abiertos. Investigamos un poco y acabamos en la Asociación Familiar San Antonio el Espinar.
Una vez cogimos fuerzas con un buen desayuno, nos dividimos en dos grupos y nos desplazamos en nuestros coches hasta el punto de salida. El Área Recreativa de la Panera nos recibió como a un dominguero más. Es un lugar hermoso, donde centenares de personas se juntan para disfrutar de una hermosa jornada de campo. Para su cuidado cobran unas tasas, por coche, persona...
Iniciamos nuestro camino a pie. Eramos ocho valientes que queríamos disfrutar de un maravilloso día de ruta. Los primeros kilómetros fueron por una pista asfaltada, es lo malo de visitar lugares donde la gente que dice amar la naturaleza quiere llegar con el coche a todos los sitios. La foto de inicio de ruta no se hizo esperar.
El río Moros nos acompaño durante todo el recorrido inicial estando cercano para disfrutar de su aguas claras. Un puente y las primeras fotos para ampliar nuestro álbum de recuerdos de aquella ruta.

Decidimos escapar de la senda asfaltada y disfrutar pisando una senda de tierra. Nuestro gozo duro poco, teníamos que regresar al camino que minutos antes habíamos abandonado. Pero antes teníamos que cruzar el río Moros por un improvisado puente con dos troncos. Fue un momento divertido.

Seguimos la senda que ahora por fin era de tierra y nuestros pies lo agradecieron. Encontramos varias edificaciones por el camino. Entendimos que eran refugios que por desgracia se encontraban en un estado ruinoso.
Llegamos a un cruce de camino, teníamos clarísimo que dirección teníamos que tomar. El Embalse del Tejo o Las Tabladillas se veía perfectamente.


Nos acercamos hasta el lugar curiosos por conocer aquel hermoso sitio y como siempre disfrutar unos segundos de los paisajes que este nos regalaba. Sacamos la bandera y la historia de otras rutas se repitió.
Una orilla cercana ha este fue elegida para realizar la parada para comer. Nos acoplamos bajo la sombra de unos árboles y disfrutamos de momento. Aquel momento de charlas, risas y cotilleos fue muy agradable.

El regreso a los coches no se hizo nada duro. Conocíamos el camino, las sombras abundaban y en el caso de estar muy acalorados el río Moros nos prestaría sus frescas aguas para refrescarnos.
 Llegamos a los coches y por decisión unánime nos sentamos en uno de los numerosos bancos del lugar junto al río y recuperamos fuerzas con una agradable conversación. Algunos valientes, se acercaron al río y refrescaron sus pies en las frías y claras aguas del río Moros que durante todo nuestro recorrido nos había acompañado.
Regresamos a la Estación del Espinar y celebramos nuestro final de ruta en la Asociación Familiar San Antonio el Espinar. Una vez más la ruta había sido un éxito.Ahora sí podíamos decir aquello de: