La ruta no se iniciaba desde el pueblo, teníamos que subir hasta el puerto de La Morcuera. El ascenso en coche fue lento y delicado. La afluencia de ciclistas, nos obligo a ir con mil ojos en todo momento.
Iniciamos el camino por una estrecha senda con una clara tendencia ascendente. Un arranque tan explosivo hizo que nuestros cuerpos entraran rápido en calor.
El primer conjunto de piedras estaba hay tan cerca que yo no dude en adelantarme para tomar unas fotos del entorno y de mis compañeros de grupo.
Las vistas desde aquel conjunto rocoso eran espectaculares. Merecio la pena subir hasta aquel lugar. Descendí para unirme al grupo. Una parada para reponer fuerzas, contemplar el lugar y intercambiar impresiones.
Después de aquel descanso, nos pusimos en marcha con grandes energías. Llegamos rapidamente a la cima de la Najara. La niebla y las nubes lo estaban cubriendo todo pero el momento de gloría de conquistar una cima más no nos lo robo nadie ni nada. La bandera del grupo volvió a ondear en otro punto geodésico.
La marcha continuo y la lluvia hizo su presencia. El refugio estaba hay tan cerca que fuimos velozmente. Quizás era una broma pero el cielo nos dio una tregua y el destino una colleja. El refugio estaba en ruinas si llegamos a necesitar sus servicios.
La niebla nos dio una tregua y durante unos segundos nos dejo contemplar la belleza que con tanto recelo llevaba ocultando. Realizamos fotos velozmente, todos queríamos tener un recuerdo de aquel lugar.
El descenso fue rápido y ordenado. La lluvia nos estaba empapando, pero somos tan profesionales y hemos vivido situaciones peores para que el nerviosismo nos invadiera.
Alguno que ya sabía lo que podía pasar ya iba equipado para cambiarse y disfrutar seco de un caldo en el restaurante LLerja.
¡¡¡RUTA CONSEGUIDA!!!
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