LOS PUEBLOS NEGROS

Érase una vez un remoto lugar de la Sierra Norte de Guadalajara cuyos pueblos eran conocidos como “los Pueblos Negros”. Pero este extraño nombre no hacía referencia a un pasado oscuro ni a una triste historia a sus espaldas, sino a una peculiar forma de construcción.
Los habitantes de los Pueblos Negros, aislados desde tiempos inmemoriales por un terreno abrupto, y acostumbrados a luchar contra los rigores del clima, se las ingeniaron para construir sus viviendas con los que la naturaleza les daba: piedra negra.
Pasaron los años y algunos de estos pueblos fueron abandonados, aunque otros tuvieron la suerte de que el resto del mundo se interesara por ellos. Su arquitectura, sus costumbres y sus paisajes, dejaron de ser el secreto mejor guardado y empezaron a atraer a cientos de visitantes que se enamoraron de esta comarca, salbándolos así de una muerte lenta pero segura.
El pico Ocejón, desde sus más de 2.000 metros de altura, es la atalaya que vigila a los Pueblos Negros de Guadalajara, diseminados por sus vertientes. Iguales pero diferentes, cada uno con sus tradiciones y sus paisajes, y aunque con sutiles matices arquitectónicos, siempre con la omnipresente pizarra negra como protagonista.