Una calurosa mañana de primavera, el sol iluminaba los campos de trigo convirtiéndolos en un mar de oro. Casi había llegado la época de la cosecha y los labradores se afanaban en aventar las espigas para separar el grano de la paja. Un viejo del lugar, que desde pequeño conocía el oficio, se levantaba cada mañana muy temprano para ir a trabajar su campo y poder pasar el invierno sin temor al hambre.
Estando muy tranquilo, ocupado en su tarea, dos mendigos se le acercaron a pedirle limosna. El hombre, contrariado por la interrupción, no les quiere dar nada y entona una canción popular para ver si los pedigüeños se aburren y se marchan a molestar a otro: “Vengo de moler, morena de los molinos de arriba, duermo con la molinera y olé, no me cobres la matina que vengo de moler, morena”.Ni las mentiras engañan para siempre, ni todos los personajes de los cuentos son compasivos. Ni corto, ni perezoso, el mendigo más anciano pronunció las palabras que provocan el final de la historia: “Permita Dios que se te vuelva tierra” y así se hizo. La montaña, hoy llamada “Montón de trigo”, es aquel falso montón de tierra del campesino, que provocó su propio castigo.
Fin.
Esta historia, que por haber sido inventada por niños puede contener algún manido cliché y alguna que otra laguna en la narración, goza de muchas moralejas: hay que hacer el bien sin mirar a quién, no es oro todo lo que reluce, etc, etc. Pero, la principal, es que debemos ser curiosos y ver un poco más allá de las cosas, pues tras cada rincón puede haber una leyenda por descubrir.Un saludo,

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